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Fernando Delgadillo – Hablando De Lobo A Lobo lyrics
Cuando as acab el granuja
y le iba yo a dar su lugar,
vino a hablar de su persona
sin dejarse de halagar.
Y habl mucho,
y ms que dijo de sus ventajas,
y entre ellas,
que los prncipes hoy da,
ya no se casan con plebeyas.
Pero que era lo de menos,
porque al fin su ilustre nombre
le otorgaba privilegios
que no tendra cualquier hombre.
Y ofreci que a las doncellas
iba pues a examinar,
para elegir la ms bella
y darle la oportunidad
de un idilio borrascoso,
con un renombrado conde
que tambin tena un palacio,
aunque no se acord a dnde.
Cuando escuch tales suertes
que el truhn haba pronunciado,
repliqu con tonos fuertes,
sarcsticos e indignados.
Y as dije... -Vaya, vaya.
Ya le salieron las maas
a nuestro cuenta los cuentos,
al fino hombre de palabras.
Al mostrenco, mentiroso,
traicionero y lengua larga,
que lleg contando historias,
con la falta de memoria
que delata al boca floja,
que aprovecha la enseanza
para bien de su persona.
Digo... Que est perdido.
Ya le tengo entre mis garras,
y alcanc a verle la oreja,
al lobo que con piel de oveja
se ha colado hasta mi casa.
A lo que el engaabobos
contest alzando una ceja.
-Me gust cuando me dijo
de la oreja de la oveja...
O la oveja de la oreja
que se rascara la ceja
que le picaba en su casa...?
Dijo algo de alguna oveja
que ya tena entre sus garras?
Dijo que era usted un lobo
y que perdiera la esperanza?
No me acuerdo si me dijo
si era oveja negra o blanca,
si se cambi de rebao
o slo anda desbalagada;
si es la cena o la comida,
cmo rim las palabras?
A lo que yo contest
algo confundido... De momento:
-Vaya hombre, pues la verdad
es que tampoco yo me acuerdo.
-No se acuerda, no se acuerda!
-murmur-.
-Tampoco yo.
Bueno, en dnde nos quedamos?
Ah s!, porque interrumpi
este caballero mi enseanza,
y es algo que no tolero,
comentarios del primero
que quiera tomar confianza.
De tal modo,
le conmino a que cese de interrumpir,
conque... Clleseme ya
y que no se vuelva a repetir.
Y se me qued mirando
de modo reprobador,
a lo que baj los ojos, y le dije:
-Por favor... Contine... Ande,
vamos, cuntenos ms... Narrador.
Hizo como quin lo piensa,
mientras duda y se resuelve,
y continu diciendo:
-Bueno, lo har, cuando me lo rueguen.
Y entonces, todos a coro,
y aunque el recordar me apena,
dijimos de grave modo:
-Te rogamos, sinvergenza.
L, nos mir horrorizado
ante tan tamaa ofensa
y un annimo aclar:
-Conde Bruno...
No dijimos lo que piensas.
Falt la separacin:
Te rogamos sin vergenza.
Y l, recordando esas tretas
que nos juegan las palabras,
exclam:
-Muy bien, prosigo,
pero ya no digan nada.
Y yo record de pronto su engao,
ah!, pero era tarde,
y a punto ya de golpearle
me contuve todava.
Y me acerqu
para anunciarle:
-Voy a desenmascararle,
aunque pierda todo el da.
Pero l ya no me escuchaba,
estaba en otro lugar
y se acompao en la guitarra
mientras comenz a contar...
-Yo he venido de muy lejos,
y de todas partes soy,
llevo mi vida en la mano,
como el pjaro en la voz.
Ando por caminos viejos
y aunque de estos no me quejo,
al ms alto soberano
nunca le deb el favor
de pensar en lo que pienso,
de ganrmelo en mi mano,
de valer por lo que cuesto,
y por lo que soy yo, son estos:
Los cantares de un gusano.
y le iba yo a dar su lugar,
vino a hablar de su persona
sin dejarse de halagar.
Y habl mucho,
y ms que dijo de sus ventajas,
y entre ellas,
que los prncipes hoy da,
ya no se casan con plebeyas.
Pero que era lo de menos,
porque al fin su ilustre nombre
le otorgaba privilegios
que no tendra cualquier hombre.
Y ofreci que a las doncellas
iba pues a examinar,
para elegir la ms bella
y darle la oportunidad
de un idilio borrascoso,
con un renombrado conde
que tambin tena un palacio,
aunque no se acord a dnde.
Cuando escuch tales suertes
que el truhn haba pronunciado,
repliqu con tonos fuertes,
sarcsticos e indignados.
Y as dije... -Vaya, vaya.
Ya le salieron las maas
a nuestro cuenta los cuentos,
al fino hombre de palabras.
Al mostrenco, mentiroso,
traicionero y lengua larga,
que lleg contando historias,
con la falta de memoria
que delata al boca floja,
que aprovecha la enseanza
para bien de su persona.
Digo... Que est perdido.
Ya le tengo entre mis garras,
y alcanc a verle la oreja,
al lobo que con piel de oveja
se ha colado hasta mi casa.
A lo que el engaabobos
contest alzando una ceja.
-Me gust cuando me dijo
de la oreja de la oveja...
O la oveja de la oreja
que se rascara la ceja
que le picaba en su casa...?
Dijo algo de alguna oveja
que ya tena entre sus garras?
Dijo que era usted un lobo
y que perdiera la esperanza?
No me acuerdo si me dijo
si era oveja negra o blanca,
si se cambi de rebao
o slo anda desbalagada;
si es la cena o la comida,
cmo rim las palabras?
A lo que yo contest
algo confundido... De momento:
-Vaya hombre, pues la verdad
es que tampoco yo me acuerdo.
-No se acuerda, no se acuerda!
-murmur-.
-Tampoco yo.
Bueno, en dnde nos quedamos?
Ah s!, porque interrumpi
este caballero mi enseanza,
y es algo que no tolero,
comentarios del primero
que quiera tomar confianza.
De tal modo,
le conmino a que cese de interrumpir,
conque... Clleseme ya
y que no se vuelva a repetir.
Y se me qued mirando
de modo reprobador,
a lo que baj los ojos, y le dije:
-Por favor... Contine... Ande,
vamos, cuntenos ms... Narrador.
Hizo como quin lo piensa,
mientras duda y se resuelve,
y continu diciendo:
-Bueno, lo har, cuando me lo rueguen.
Y entonces, todos a coro,
y aunque el recordar me apena,
dijimos de grave modo:
-Te rogamos, sinvergenza.
L, nos mir horrorizado
ante tan tamaa ofensa
y un annimo aclar:
-Conde Bruno...
No dijimos lo que piensas.
Falt la separacin:
Te rogamos sin vergenza.
Y l, recordando esas tretas
que nos juegan las palabras,
exclam:
-Muy bien, prosigo,
pero ya no digan nada.
Y yo record de pronto su engao,
ah!, pero era tarde,
y a punto ya de golpearle
me contuve todava.
Y me acerqu
para anunciarle:
-Voy a desenmascararle,
aunque pierda todo el da.
Pero l ya no me escuchaba,
estaba en otro lugar
y se acompao en la guitarra
mientras comenz a contar...
-Yo he venido de muy lejos,
y de todas partes soy,
llevo mi vida en la mano,
como el pjaro en la voz.
Ando por caminos viejos
y aunque de estos no me quejo,
al ms alto soberano
nunca le deb el favor
de pensar en lo que pienso,
de ganrmelo en mi mano,
de valer por lo que cuesto,
y por lo que soy yo, son estos:
Los cantares de un gusano.
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